El Gobierno del Estado ha declarado formalmente la guerra, no contra la inseguridad galopante, sino contra el enemigo más escurridizo y peligroso de la temporada decembrina: la pirotecnia. Con bombos y platillos, se lanzó el "Operativo Cometa 2025", una movilización que asegura ser la "prioridad" para garantizar la seguridad de las familias.
La magnitud de la amenaza exige una respuesta militar sin precedentes. Para esta gesta heroica, han sido desplegados elementos del Ejército Mexicano, la Guardia Nacional, la Policía Estatal, la Municipal y, por supuesto, Protección Civil. Todo este músculo de seguridad se enfoca en retirar la "mayor cantidad posible" de material no autorizado. Sí, hablamos de las infames "cebollitas", las traicioneras "palomitas" y las letales "luces de bengala de 50 a 80 centímetros".
La ironía es exquisita: mientras se utiliza la maquinaria de seguridad nacional para rastrear pólvora en tiendas de abarrotes, papelerías y tianguis, la justificación es prevenir el "alto riesgo de quemaduras y accidentes". ¡Qué alivio! Ahora sabemos que la paz pública depende de evitar que un niño se queme un dedo, mientras los problemas estructurales de seguridad esperan tranquilamente hasta el 11 de enero.
Pero la amenaza se moderniza. Si creías que los operativos de vigilancia en los tres anillos periféricos o el Centro Comercial Agropecuario eran suficientes, te equivocaste. Los vendedores de pirotecnia se han pasado al lado oscuro digital. Por ello, la Unidad de Inteligencia Cibernética de la Secretaría de Seguridad Pública ya está monitoreando las páginas web. Es reconfortante saber que la ciberinteligencia más avanzada del estado está dedicada a frustrar la venta online de bengalas.
Si usted, ciudadano responsable, detecta un explosivo de bajo calibre, no dude en contactar a las autoridades: el 911 está disponible para denuncias anónimas. Recuerde, la vida de las familias está en juego. Desplegar al Ejército para quitar una "cebollita" no es una contradicción, ¡es estrategia pura! La misión concluye el 10 de enero, momento en el que, asumimos, la pirotecnia y, quizás, la seguridad real, volverán a sus escondites.
