Por fin tenemos noticias tranquilizadoras: México y Estados Unidos han acordado "fortalecer la colaboración" en seguridad. ¡Menos mal! Parece que el narco tuvo que empezar a usar drones para atacar en la frontera para que la cooperación bilateral dejara de ser un mero formalismo y se convirtiera en una prioridad urgente,. Antes, suponemos, el crimen organizado solo usaba herramientas de la Edad de Piedra, por lo que no merecía tanta atención.
Los representantes, reunidos recientemente en la Ciudad de México, ahora prometen que van a "mejorar el intercambio de inteligencia" y, ojo, a "conectar plataformas de análisis" para responder a estos ataques aéreos. La ironía es palpable: si hoy se comprometen a conectar plataformas, ¿qué estaban analizando (o dejando de analizar) en los años previos, mientras la seguridad de "los ciudadanos a ambos lados de la frontera" se deterioraba?
Además del pánico por los drones, los gobiernos anunciaron una maravillosa aceleración de viejos problemas. Se comprometieron a "profundizar y agilizar" la colaboración en materia de extradiciones, decomiso de activos e investigaciones sobre el robo de combustible. La necesidad de "agilizar" estos procesos es la crítica más clara a la gestión previa: si hoy necesitan apresurarse, es porque antes estaban deliberadamente lentos o eran ineficaces.
La prioridad máxima, claro está, es el fentanilo. Los grupos binacionales están tomando "medidas decisivas contra las instituciones financieras y las personas cómplices". Es un alivio que, además de luchar contra el narco 'drone', también vayan a interrumpir los flujos de ingresos ilícitos y a desmantelar a los "grupos delictivos" y a las "organizaciones terroristas extranjeras". Una agenda ambiciosa que, milagrosamente, se activa justo cuando las amenazas se vuelven demasiado ruidosas para ignorarlas. Gracias por actuar, aunque la acción parezca más una reacción de pánico ante la sofisticación criminal que una estrategia real.
