¡Qué ocurrencia la de Australia! Prohibir las redes sociales a menores de 16 años por motivos tan pedestres como el ciberacoso, las autolesiones y el deterioro de la salud mental. En serio, ¿hay algo más australiano que tomar medidas preventivas caras? Multas de hasta 606 millones de pesos a los gigantes tecnológicos para que no anden exponiendo a los niños a "espirales de material nocivo".
Aquí en México, afortunadamente, conservamos la calma y la filosofía del No pasa nada, joven. ¿Discusión pública sobre el tema? No, gracias. Estamos cómodamente al margen del debate, observando desde la barrera cómo el 80% de nuestros jóvenes reporta ansiedad ligada a estas apps, pero sin perder la compostura.
Tenemos tres millones de adolescentes que han sufrido ciberacoso, y el 95% de impunidad en ciberdelitos es nuestra brillante muestra de que la ley es un concepto maleable.
¿Nuestra estrategia gubernamental frente a este tsunami? Simplísima: fingir que los filtros parentales bastan.
El humor negro es que exigimos a esos padres, cada día más ausentes o exhaustos, que supervisen cada scroll mientras secretamente hemos creído que la educación de fondo, esa que empieza en casa, se la pasamos por completo a la escuela.
La contradicción es deliciosa: el gobierno no actúa, pero culpa a los padres; los padres están ausentes, pero esperan que la escuela resuelva el trauma de que el 77% de los ciberacosados presente síntomas de depresión. Es un círculo vicioso de culpas donde nadie es responsable.
