¡Atención, hombres! Si usted lee esto, lo sentimos, pero su esperma probablemente no es lo suficientemente bueno para el gran negocio. Menos de cinco de cada cien voluntarios son aptos. Pero no se preocupe, no necesita ser un padre ejemplar; solo necesita una muestra que sobreviva a la congelación y que esté libre de enfermedades como la gonorrea. Ah, y ser joven, claro.
Mientras usted se lamenta, la industria de la fertilidad en Europa se encamina a valer más de US$2.700 millones. Es el "salvaje oeste," donde la misión de formar familias se ha transformado en un "verdadero negocio".
La contradicción es deliciosa: hay escasez de donantes, pero los pocos que califican, ¡trabajan a destajo! Un solo semental puede engendrar legalmente cientos de hijos, distribuidos en 14 países. Las normas nacionales son una broma; mientras se cumplan las reglas en Italia, Holanda o Bélgica, no hay problema en que su semen siga cruzando fronteras. Es una paternidad en serie, de la que el donante a menudo ni se entera.
Pero el esperma no se elige al azar. Esto es como una cruda realidad de Tinder. Todos deslizan a la derecha por el mismo perfil: "Sven, el Vikingo". Debe ser alto (1,93 m), rubio, atleta, tocar el violín y hablar siete idiomas. Dinamarca, el gran exportador, afirma que su genética de "ojos azules y cabello rubio" es la clave. Con tal obsesión por el modelo "vikingo", da la impresión de que el esperma de otros orígenes, como el caso de los mexicanos, simplemente no entra en el algoritmo de popularidad.
El resultado es un gigantesco "campo minado ético". Los hijos concebidos descubrirán vía ADN que son uno de cientos de medios hermanos, lo que puede causarles una profunda angustia. ¿Un registro global para frenar este aquelarre? Demasiados "desafíos éticos y legales". Mejor que siga rodando el dinero.
La industria es como una máquina expendedora de genética, donde la calidad biológica es inversamente proporcional a la ética de la distribución masiva.
